A diferencia de los animales, el ser humano no posee ningún tipo de plumas o pelaje especial que le ofrezca abrigo en las temporadas de bajas temperaturas; por esa razón, el hombre desde épocas remotas, ha buscado la manera de suplir esa falta de calor que es tan importante para la supervivencia. En la prehistoria se empezaron a utilizar las fogatas, pero en los tiempos actuales, se usan excelentes calderas de gasoil o gas.
En los orígenes del hombre, el fuego era un elemento desconocido, razón por la cual, se utilizaban pieles de animales, que por sus características y atributos, ayudaban a combatir el frío, así como también se refugiaban en cuevas profundas donde no pudieran penetrar ráfagas de viento helado. Fue un poco después, que el Homo Erectus descubrió el fuego y con éste dio un gran paso tanto para la evolución, como para la supervivencia de toda su especie.
En ese sentido, hace millones de años, era necesario buscar buenas alternativas para batallar contra el frío, originándose el primer sistema de calefacción conocido por el hombre; éste consistía simplemente en colocar varios troncos secos apilados, rodeados por una barrera de piedras, generando una fuente de calor controlada, ya que la madera se encendía y las rocas evitaban la propagación del fuego, es lo que actualmente se conoce como fogata u hoguera.
Asimismo, con el paso de los años la necesidad de generar un ambiente cálido se convirtió en prioridad para el ser humano, obligándolo a mejorar los métodos. En Grecia se ideó un sistema llamado hipocausto, que llevaba el humo caliente a través de conductos por las paredes, en la antigua Roma se crearon las conocidas chimeneas y en la edad media se perfeccionó la manera de fabricar las casas, utilizando materiales fuertes con capacidad de absorber y retener el calor.
Así progresivamente se fue evolucionando, hasta llegar a los novedosos sistemas de calefacción utilizados en la actualidad, que en su mayoría funcionan perfectamente a gasoil o gas natural y proporcionan ambientes cálidos en los hogares o locales donde se requiera. Todo esto sin comprometer la tranquilidad de sus usuarios, puesto que las calderas, por lo general, se encuentran en un espacio alejado de las personas, lo que las hace casi imperceptibles.